No solamente los demás no son como yo, si no que además tengo que esforzarme por comprender «desde qué perspectiva estoy contemplando una situación» y desde qué punto de vista lo están contemplando los demás.
A lo largo de una reunión con un alto directivo, con el cual tengo la confianza suficiente para poder hablar llanamente, me pregunta: ¿y tú cómo enfocarías el cambio cultural?
Les he dado la oportunidad a mis directivos que identifiquen cuáles son nuestras necesidades para poder hacer realidad nuestro nuevo plan estratégico, y más o menos que me han contestado que ya que yo era el jefe, que dijera yo qué era lo necesario… les he dado una oportunidad y no saben aprovecharla.
A partir de ahí, y conociendo la cultura imperante en su organización, nos pusimos a pensar juntos. Al final me permití hacerle ver que tenía un punto ciego que no le permitía escuchar ni ver la realidad de sus colaboradores. Tenemos todos esta «manía» de querer que los demás vean las cosas como nosotros, actúen como lo haríamos y además sin darles «lógicamente» todo el contexto… nuestras vivencias, creencias… aunque abarcarlo todo sería imposible.

Pero al menos no nos vendría mal intentar comprender a los demás, y no partir tampoco de la base que es a los demás de intentar comprendernos… Eso no facilita en absoluto la evolución positiva de las relaciones. Y no me refiero únicamente a escuchar, me refiero a ponerme en sus zapatos, comprender por qué actúa como actúa.
Personalmente y seguramente por mi entrenamiento diario en la cuestión encuentro que es extremadamente sencillo. Aunque también entiendo la dificultad que conlleva para aquel, que nunca se ha puesto en el lugar del otro. Por ello, muchas veces mi trabajo ha consistido en hacer de puente entre las partes para conseguir acercamientos, y que el entendimiento entre las partes sea mucho mayor, mejorando así la relación posterior.
Claro que cuando estamos en una posición de alta dirección, a veces, pensamos que siempre tenemos el recurso de «deshacernos de las personas»… ¡si no me sigue pues lo echo!
Es un recurso fácil, que en realidad aunque no verbalizado, representa una barrera en nuestras relaciones. El colaborador sabe de ante mano si se cuenta con él y se apuesta por él, o si se está dispuesto a prescindir de él. Y estos son algunos de los restos de nuestro profundo ser animal. la amígdala genera muchas veces en nosotros un tipo de parálisis por el «miedo» Y esto es otro de los comportamientos que comúnmente no se comprende.
Por eso ante la parálisis del colaborador… o falta de colaboración… el directivo se pregunta:… -«pues si sabe que lo puedo echar, ¿por qué no responde tal como se lo pido a mis requerimientos?» Yo diría que sencillamente porque la naturaleza humana es así en un primer grado. En un segundo grado, vendría el acoso o generación de un miedo aún mayor, sin llegar aún a la categoría del terror, que sí podría poner a la persona en movimiento, más mecánico que otra cosa, pero en movimiento. Pero no vamos a entrar en la evolución de la cadena de cómo unos comportamientos de esta índole llevarían ineludiblemente a otros más negativos. Sobre todo porque aquí estamos hablando de cómo conseguir implicación, alineamiento y compromiso.
Para terminar, me gustaría recordar uno de los aprendizajes que me legó un ex jefe: «¡La gente no se ha dado cuenta de que no «manda nada»… es obedecido… si los demás quieren!»

No es que esta reflexión sea una verdad absoluta, pero si es una buena creencia para cualquier aprendiz de líder, o cualquier persona que quiera que su equipo esté convencido de lo que ha de hacer y lo haga de forma proactiva, y no coaccionado.
Así que para trabajar más directamente la mejora de la compresión y de las relaciones, os dejo, este artículo de Araceli Mendieta esperando que os sea de ayuda por si estáis interesados en la cuestión: SI TODOS FUESEN COMO YO… . 4 orientaciones que ayudan a mejorar la relación y en consecuencia los resultados
http://www.legaltoday.com/gestion-del-despacho/rrhh/articulos/si-todos-fuesen-como-yo
artículo de Araceli Mendieta Garcidebailador