
Me paseo por Madrid, y cada día veo algo nuevo, algo diferente que no había percibido, a pesar de haber pasado por ese lugar cientos de veces antes. Cada día descubro algo nuevo en lo que me rodea y responde a mis circunstancias. Lo observo, no lo juzgo. Es lo que es, y está ahí. Simplemente convivo con ello. Disfruto de haber descubierto un nuevo elemento en mi vida que no había tenido en cuenta. Lo mismo me pasa con los discursos que oigo una y otra vez. No me aburren, por que cada día que los oigo entro en un aspecto diferente de la cuestión tratada. Observo lo que ocurre y lo que no ocurre. Constato hechos y vivencias personales y de los que me rodean. Por el momento no interpreto, dejo que mis pensamientos se pongan en marcha. Cuando haya que llegar a alguna conclusión, ya saldrá. Se pondrán en contacto todas y cada una de las informaciones, y empezarán a dibujar un mapa abstracto, y entonces lo único que se me ocurrirá pensar es que, lo que tengo, es una «intuición».
El simple hecho de visualizar algo de lo que no era consciente me genera alegría. Un dato más que no había incorporado.
Cuando saqué la foto de la locomotora vieja y destrozada y pintarajeada de grafitis, me gustó la imagen, por la sensación que me causaba. El concepto estético y las sensaciones que me generaba hicieron que me parara para mirar esta reliquia tatuada por quienes ven especialmente un espacio para poder expresarse como es el grafiti. Sin embargo los comentarios que recibí de las personas que vieron esta foto, fueron especialmente críticos. Nadie pareció sorprenderse positivamente al descubrir algo que no conocía. Al contrario la imagen parece generar rechazo. …
Interesante. Tú haces la foto mirando el graffiti. Pero cuando ves la foto por primera vez, lo que se ven son hierros viejos en primer plano y una locomotora abandonada en un segundo plano muy protagonista. Solo después, se repara en los graffiti. Entonces, tú ves la expresión del arte nuevo, pero los demás vemos el abandono de lo que fue útil – reemplazado por algo igualmente útil y que cumple exactamente la misma función -, el abandono de algo que fue bello y que ahora ha sido «asaltado» por graffiteros sin el menor respeto a la historia y al servicio que cumplió la locomotora. Y eso genera miedo, Maitena, miedo. Y el miedo es la peor sensación que nos puede acompañar. Y justo por eso, la fotografía me parece fantástica, por lo que tiene de inquietante y de paradójico, por lo que tiene de fantasmagórica y de alegórica. Por lo que desasosiega.
Me encanta tu comentario Carmen. Sí, es cierto, es inquietante y genera miedo, pero a la vez me atrae, lo miro uno y otra vez, pero no solo por el graffiti, que todavía no he encontrado ninguno que me guste, sino por que hay algo que me cautiva en la imagen en su globalidad, y necesito retratarla. La estética de la locomotora me parece más agresiva aún que el graffiti. Esos ventanales rotos y oscuros que contrastan con el plateado, ese inicio de un sin fin de vagones. Esa soledad y romanticismo, de aquellos espacios que nos llevan a otro mundo, en la época en la que la gente se conocía y hablaba en los wagones de los trenes, el silencio de los andenes vacios que han dejado detrás de si tantas historias de abandonos, despedidas y reencuentros.
Dices, algo que fue útil, cierto, y se le podría sacar un partido increible, si se quisiera… pero lo que me da miedo no es el graffiti, sino cómo somos capaces de relegar a la nada todo lo que nos parece que deja de ser útil. Entonces lo marginamos, y al ser marginado hacemos que se vaya creando un mundo paralelo. Y ese mundo suele adquirir otro aspecto, al igual que esas cosas, o personas que vamos relegando. Todo va cubriéndose de las capas del tiempo, desgastándose y adquiriendo una imagen que ya no es la que fabricó el hombre, sino la que ha ido modelando el tiempo. una imagen que retrata la historia y su resultado natural.
Gracias Carmen.