Pierre Gonnord Tierra de Nadie, el rostro de la memoria

 

Hoy he descubierto a un artista, Pierre Gonnord. Hacía tiempo que no me emocionaba así, y con las nuevas tecnologías me habría gustado darle a las teclitas de ¡Me gusta!, no, mejor a la de «Hazte Fan», pero no, no me gusta, me eleva. Pasaba por delante de la Sala de Exposiciones Alcalá 31. Allí  entré simplemente, sin esperar nada, y de pronto me encontré con Zurbarán, con Velázquez, y eso que según se expresaba el artista en el vídeo de la sala de exposiciones,  él miraba a Goya. Pero qué importa. 

Lo maravilloso es que sus obras me hicieron vibrar, de emoción, me dejaron sin palabras, eran demasiadas las historias que ahí se contaban. Esos retratos, llenos de vida y de historias. Esas caras que uno cree que ya son historia, en la moderna España del siglo XXI. Dónde estábamos, en la España profunda, si aún existe, en Portugal, luchando contra los incendios de los últimos veranos, en los países del Este. 

Cuando nos repetimos que la pobreza siempre es muy fotogénica, las obras de Pierre Gonnord van mucho más allá. Nos miran sus personajes, contándonos a través de cada una de sus arrugas, su vida. Una vida que no ha sido feliz, más bien dura, una lucha contra aquel mundo del que, los que nos permitimos mirar estas fotos hemos huido. Sin embargo es la vida de los otros, una vida de la cual a veces parecen satisfechos, porque han conseguido sobrevivir, y lo han hecho dignamente. 

Esos personajes…, con caras bonachonas, impasibles o frustradas, es como si detrás de su cámara Pierre les hubiera dicho. Mírame de frente y díme con tus ojos qué sientes ahora. 

Son los retratos que yo siempre habría querido hacer. No ha necesitado un turbante para hacer que sus personajes sean elegantes. No son orgullosos, y sin embargo incluso algún escorzo trasluce majestuosidad. Es la humanidad retratada como dignidad humana. El lenguaje puro de la mirada, y de lo que ha quedado de la vida geografiada en mi cara. Surcos profundos, ojos humedecidos, pelos en el bigote… que lejos están de esos modelos que van de pasarela en pasarela retratados cientos de veces, pero que no nos dejan una huella tan profunda como la que ha conseguido dejarnos Pierre Gonnord. 

La naturaleza está presente. Magdalena parece haber sido muy bella y aunque  sus ojos parecen sufrir y sonreír el paso del tiempo, se dibuja una huella en ligera forma de sonrisa  (http://www.hoymujer.com/hoy/tiempo-libre/4/rostro,memoria,104442,12,2009.html) parece que algo de la vida y de sabiduría se quedó con ella, en ella. 

Para Ruí la vida parece ser lo que es, sin especial resignación ni sufrimiento. Parece preguntar, ¿qué buscas? si esto es lo que hay, el trabajo, la vida tal como viene, va y nada más. Y sin embargo ¿que verán los demás? eso es lo que yo leo (http://www.hoymujer.com/hoy/tiempo-libre/5/rostro,memoria,104442,12,2009.html

Teresa sin embargo parece un libro abierto (http://www.hoymujer.com/hoy/tiempo-libre/6/rostro,memoria,104442,12,2009.html), esas personas sensibles a quien la realidad afecta, y la memoria aún más.  Hasta su jersey ha dejado que se incrustaran las huellas de su vida. 

Filomena en cambio parece fuerte y tener un carácter positivo o al menos luchador.(http://www.hoymujer.com/hoy/tiempo-libre/3/rostro,memoria,104442,12,2009.html) de toda la exposición es la que creo que mejor ha sabido llevar su vida. Y nos mira desde el fondo del pasillo a nosotros espectadores y escrutadores, un poco como esas gentes de los pueblos miran a esos turistas y ciudadanos muy de su tiempo pero que no saben nada de la vida de verdad. Ella sí, está segura de lo que la vida le ha enseñado, sin haberle dejado los mismos surcos que a los demás. 

Y además están Armando, que parece no haber entrado aún en su vida, fino y delicado, aún ya que la vida todavía no ha dejado más que las huellas de la ceniza, o Eloiza que sobrevive a su propia vida, dignamente, con esa cabellera que le confiere la majestuosidad de una gran señora,… y tantos más. 

De verdad os aconsejo que vayais a hablar con todos y cada uno de ellos, que dejéis que sus miradas toquen vuestro corazón, que las huellas que la vida ha dejado en sus rostros os cuenten historias. 

El tenebrismo de Pierre Gonnord, su pincel transformado en fotografía, su capacidad para redescubrirnos un mundo que aún existe y que suele estar tan alejado ya de nuestras vidas ha sido para mí un descubrimiento y espero volver a tener la ocasión de poder seguir la evolución de su obra. 

Os recomiendo que miréis muchas de sus obras en su web: 

http://www.pierregonnord.com/ 

Pero antes, eso sí, deciros, que Pierre Gonnord no hace regalos. A veces sus modelos son figuras casi esperpénticas, siempre graves y a veces muy duras. Pero siempre sus retratos son grandes obras de arte, se transforman en pinturas de otros tiempos, en esculturas finas y definidas. A veces me recuerdan a Tolstoï o a Victor Hugo, a esculturas africanas. Su cámara no parece tener límites. El presente en el pasado, o el pasado siempre presente. 

Quisiera terminar con estas palabras del comisario de la exposición Rafael Doctor Roncero, «No hay confort posible aunque es allí donde parece residir la dignidad del mundo».

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